La contabilidad tradicional, aunque es una herramienta poderosa, no es la más adecuada para medir la rentabilidad por unidad de negocio en el sector bancario. Imaginemos dos agencias bancarias: A y B. La agencia A se dedica principalmente a captar recursos, mientras que la agencia B se enfoca en colocarlos. Bajo un esquema contable tradicional, esto podría llevar a una evaluación injusta:
- Agencia A: Registraría ingresos financieros por 10 y gastos financieros por -100, lo que resultaría en un margen de -90.
- Agencia B: Mostraría ingresos financieros por 115 y gastos financieros por -20, generando un margen de 95.
En este escenario, la agencia A sería castigada injustamente por captar fondos, mientras que la agencia B sería premiada de manera desproporcionada por colocarlos.
Introducción de los Precios de Transferencia
Para abordar esta desigualdad, se introducen los precios de transferencia. Estos funcionan en base a una curva de tasas de mercado, reflejando las tasas a las que el «pool de fondos» compra y vende dinero. Algunos aspectos clave de este enfoque son:
Las tasas de transferencia se mantienen constantes desde el inicio hasta el final de una operación, a menos que esta experimente cambios en sus condiciones, como reprogramación o deterioro.
Asignación de Riesgo: Bajo el modelo de precios de transferencia, las unidades de negocio y los clientes no gestionan los riesgos de tasa ni de liquidez. Únicamente asumen el riesgo de crédito. La unidad encargada del «pool de fondos» administra estos riesgos y debe ganar una rentabilidad por ello.
